jueves, abril 30

A la mujer, le robamos desde su infancia el juego.

Carta a mi hija:



No había llorado tanto por ti hasta ahora que te has ido. Te eduqué para que te pudieras ir, me empeñé en que aprendieras a servir el té, a comportarte con dignidad, a que supieras planchar correctamente los dobleces de mis camisas, por eso te pedía con insistencia que me dieses de comer lo que yo quisiera para poder irme a trabajar, te enseñé a extrañarme demasiado y a no soportar bajo ningún motivo la idea de que yo me pudiera morir. Te he educado para que no puedas vivir sin mí y te has buscado a un hombre igual. De ti, ya nunca nada sabrás.

Te robé desde muy temprano el juego mi preciada Luisa, te abandonaste a tu mente y te llenaste de sueños, aún así dibujabas una sonrisa con toda tu imaginería. Tu hermano te rogaba que fueras más realista pero el nunca tuvo el tiempo de comprenderte porque cuando tu hablabas el jugaba a la guerra, a correr hasta cansarce, a saltar en la cama, a luchar con sus amigos, a superar su anterior marca con su consola y ese cable que se conecta a la cabeza, el jugaba, tu reías, no sabías jugar, te arrebaté tu infancia inflando tus más tiernos pensamientos al cuidado de un pequeño bebé de plástico... justo como yo te veía, justo por lo que yo más temía.

Favor de hacer de mi hija la mujer más feliz del mundo, esa es mi última voluntad.


por V...


2 comentarios:

Nunca seré el mismo dijo...

A veces se articulan en nuestras manos, nuestros dígitos o nuestra lengua, palabras hermosas, como "imaginería"

R dijo...

En verdad lo hacen, y cuando lo hacen, se aparece el descontrol en sí mismo, como dentro de "Huracán" cuyo ojo sólo se vuelve más grande y atrapa muchísima mayor tranquilidad en el centro de la destrucción.